viernes, 12 de julio de 2024

¿Qué es la innovación?

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El concepto de innovación está ligado estrechamente a las distintas áreas del conocimiento en las que se emplea el término (Valenzuela González, 2017). Algunos expertos consideran, a partir de la estructura de la palabra, que la innovación es la generación de algo nuevo a través de una acción. Rivas Navarro (2010) lo explica así:  “El vocablo innovación se construye sobre la base del lexema –nov-, contenido en un sema nuclear que denota ‘novedad’ la noción de ‘algo nuevo’ […] el prefijo –in aporta al lexema de base -nov- un sentido de interioridad”  (2010, p. 19).
Es importante aclarar que, a pesar de que el término innovación puede parecer abarcador en torno a elementos "nuevos" o "novedosos", no significa que todo aquello que tenga una apariencia de "novedoso" sea realmente innovador. En algunos casos se confunde la innovación con un medio distinto por el cual se presenta algo ya existente: no necesariamente algo que se ofrece en una forma distinta es innovador; la innovación va más allá de del medio y se adentra a elementos fundantes y estructurales como el ánimo de mejorar una situación o solucionar un problema de manera efectiva, así como el proceso que sigue desde su planeación hasta su adopción (Zabalza y Zabalza, 2012). 
El término innovación se asocia generalmente con otros conceptos como cambio, mejora, renovación y reforma (Borges & López Calva, 2016), también con la noción de algo que se introduce para la transformación y con la generación de una idea inteligente y creativa para la solución de un problema o la mejora de una situación (Glynn, 1996). En ese sentido, se involucra la inteligencia y la creatividad como elementos fundamentales para que esta sea posible. Por un lado, la inteligencia entendida como aquella capacidad que permite reconocer, procesar e interpretar las necesidades y problemas del contexto para posteriormente encontrar las posibles soluciones de acuerdo con unos conocimientos previos. Por otro lado, la creatividad es conceptualizada como la habilidad que posibilita la aplicación de información (o la combinación de distintos conocimientos) de una manera original para solucionar el problema. Esto no es únicamente válido para la innovación que parte de una persona, sino también la que surge de las organizaciones, en las que existe un grupo de personas interactuando para dar solución a las necesidades encontradas (Glynn, 1996).
Generalmente existe la tendencia a identificar la innovación con la tecnología como sinónimos. Si bien es cierto que muchos adelantos tecnológicos aparecen gracias al proceso de la innovación (que surge posterior a la investigación), también es cierto que no solamente la tecnología implica la innovación, pues desde la perspectiva social y cultural se relaciona la innovación con la modificación de actitudes, comportamientos, procedimientos, creencias y acciones con parámetros anteriores y que buscan el mejoramiento de las condiciones en una situación dada o la solución a un problema (Borges & López Calva, 2016; Rogers, 2003).
De igual modo, la innovación se percibe como un proceso en el que se implican decisiones y actividades que se toman a partir del reconocimiento de un problema o una necesidad y que se operan a través de la investigación el desarrollo y la comercialización para lograr un producto, idea o servicio sobre el cual se genera una difusión, diseminación y transferencia para dar solución al problema identificado, una vez que se realiza la adopción de dicha innovación por parte de los usuarios (Rogers, 2003; Valenzuela González, 2017).
De esta forma, la innovación puede ser concebida como un sistema en el que distintos componentes se relacionan dinámicamente entre sí para generar un nuevo conocimiento útil que conduzca a un cambio profundo en aras del mejoramiento, o la resolución de un problema concreto en un contexto determinado (Carlsson, Jacobsson, Holmén, & Rickne, 2002). Asimismo, la innovación puede conceptualizarse como una idea, objeto, práctica o proceso que se percibe como nuevo en un contexto dado y que responde a una necesidad establecida para la cual no hay otra respuesta (Rogers, 2003).

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Referencias:
Borges, G. C., & López Calva, J. M. (2016). La cultura de la innovación educativa en perspectiva de los gestores univesitarios. Revista de Comunicación Vivat Academia, XIX(134), 57–68. https://doi.org/10.15178/va.2016.134.57-68
Carlsson, B., Jacobsson, S., Holmén, M., & Rickne, A. (2002). Innovation systems: analytical and methodological issues. 31, 233–245. https://doi.org/10.1016/S0048-7333(01)00138-X
Glynn, M. A. (1996). Genius: a framework innovative for relating individual and organizational. The Academy of Management Review, 21(4), 1081–1111. https://doi.org/10.2307/259165
Rivas Navarro, M. (2010). Innovación educativa. Teoría, procesos y estrategias. Editorial Síntesis.
Rogers, E. M. (2003). Diffusion of innovations (Fifth). Free Press.
Valenzuela González, J. R. (2017). La innovación como objeto de investigación en educación: problemas, tensiones y experiencias. En M. S. Ramírez Montoya & J. R. Valenzuela González (Eds.), Innovación educativa: investigación, formación, vinculación y visibilidad (pp. 5–25). Editorial Síntesis.

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Att

Marisol Rey Castillo, PhD.
Doctora en Innovación Educativa - ITESM
Doctora en Educación - UNINI
Magíster en Lingüística Española - ICC
Licenciada en Español e Inglés - UPN

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sábado, 26 de febrero de 2022

¿Por qué firmar la Declaración de San Francisco? Yo ya firmé

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En el mundo académico, los investigadores de diferentes disciplinas son evaluados por sus instituciones. A partir de esa evaluación, los investigadores reciben reconocimientos, estímulos, ascensos en sus puestos de trabajo, y financiación para sus investigaciones, de tal manera que la evaluación se convierte en un aspecto relevante para poder continuar con su labor. 

En los últimos años especialmente, esta evaluación se ha basado en la cantidad de publicaciones que logra un investigador en cierto periodo de tiempo y las posteriores citas que reciben dichas publicaciones. De igual manera, la producción deben estar, preferiblemente, en revistas científicas de alto impacto o en editoriales prestigiosas. Si bien es cierto que las publicaciones, como forma de comunicación de las disciplinas, es altamente relevante para entregar a la comunidad científica y al mundo los hallazgos de la investigación, también es cierto que no es la única actividad o producto, y que mucha información relevante de lo que ha sucedido en el proceso de investigación y difusión del conocimiento no llega a ser conocida, visibilizada y mucho menos tenida en cuenta como un elemento de evaluación, incluso si se han alcanzado logros importantes como influir en una política pública o generar un impacto social trascendente para una comunidad.

Por eso, en los últimos años, distintos grupos de académicos han puesto sobre la mesa de debate la evaluación de la investigación y han generado distintas iniciativas para propiciar un cambio en la manera en que se evalúa la investigación. Algunas de ellas son el manifiesto de Leiden, las Snowball Metrics y la declaración de San Francisco.

En el año 2012, un grupo de directores y editores de revistas se reunieron en San Francisco para brindar recomendaciones sobre la evaluación de la investigación a partir de ciertas concepciones. Su principal argumento es que los índices de impacto no fueron creados para evaluar la investigación, ni mucho menos para medir la calidad de esta, sino simplemente como un instrumento para ayudar a bibliotecarios a identificar las revistas más relevantes en un campo de conocimiento. Además, el factor de impacto tiene cuatro limitaciones importantes:

1. La distribución de las citas en las revistas es sesgada.

2. El índice de impacto es distinto en cada área del conocimiento.

3. Los datos sobre los cuales se mide el índice de impacto no son públicos.

4. Los índices de impacto puede ser manipulados por políticas editoriales.

A partir de esto, la declaración de San Francisco, conocida ahora como DORA (the Declaration on Research Assessment) han agrupado a un buen número de organizaciones investigadores alrededor del mundo para conceptualizar una nueva forma de evaluación de la investigación que incluya no solamente criterios cuantitativos como la cantidad de artículos y citas, sino criterios cualitativos, enfocados a los resultados reales de la investigación, visibles mediante otros elementos que no necesariamente son las publicaciones científicas. Por eso recomiendan que es necesario:

1. Eliminar el uso de métricas como criterio principal en la evaluación, en especial cuando existan temas de financiación, nombramiento y promoción.

2. Evaluar la investigación por sus propios resultados y no por las publicaciones.

3. Optimizar la difusión en Internet.

Asimismo, DORA recomienda una serie de buenas prácticas para financiadores, editoriales, los centros de investigación, los proveedores de métricas e investigadores que posibiliten una nueva conceptualización en la evaluación de la investigación. Entre dichas recomendaciones las más relevantes son:

1. Contar con criterios de evaluación centrados en el contenido, como los resultado de la investigación.

2. No promover el índice de impacto.

3. Fomentar prácticas de autoría responsable.

4. Promover el acceso abierto.

5. Dar valor a las fuentes de literatura primaria.

6. Proporcionar datos y métodos utilizados para la medición de impacto.

7. Reconocer las diferencias entre las dinámicas de investigación en las distintas disciplinas.

Actualmente se está trabajando en TARA (Tools to Advance Research Assessment) cuyo principal objetivo es facilitar el desarrollo de nuevas políticas y prácticas para la evaluación de los investigadores.

A la fecha, la declaración ha sido firmada por más de 21000 investigadores en 153 países. Esto no solamente demuestra el apoyo la iniciativa, sino que también permite que los investigadores sean partícipes activos de los procesos, asistiendo a las conferencias, recibiendo noticias del trabajo que se está realizando, y difundiendo las concepciones de DORA en sus centros. Por esta razón, se hace relevante que los investigadores y las instituciones que compartan los principios de la declaración de San Francisco se adhieran a la causa y firmen.

Los principios de DORA ya se están teniendo en cuenta en algunas universidades europeas, así como también por algunos financiadores y editoriales.

En el vídeo continuación se muestran algunas generalidades de esta iniciativa.




Referencias:

DORA. (2014). Declaración de San Francisco de Evaluación de la Investigación. Revista Cubana de Salud Pública, 40(1), 161–165. http://scielo.sld.cu/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0864-34662014000100017

DORA. (2021). Tools to Advance Research Assessment (TARA). DORA. https://sfdora.org/project-tara/


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MRC
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Marisol Rey Castillo, PhD.
Candidata a Doctora en Innovación Educativa - ITESM
Doctora en Educación - UNINI
Magíster en Lingüística Española - ICC
Licenciada en Español e Inglés - UPN

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ATENCIÓN: Antes de imprimir este mensaje, por favor compruebe que es necesario. Una tonelada de papel implica la tala de 15 árboles y el consumo de 250.000 litros de agua. El Medio Ambiente es cuestión de todos.  

sábado, 20 de marzo de 2021

Bases de datos e índices ¿son lo mismo?

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En muchas ocasiones denominamos algunos sitios que acopian publicaciones científicas como Scopus, WoS, Google Scholar, Dialnet, DOAJ, entre otros, con las palabras "bases de datos" o "índices" de manera indistinta, como si fueran sinónimos.

Pero lo cierto, es que no son sinónimos, que cada uno de estos términos hace referencia a plataformas que acopian producción académica, pero de distinta manera, es decir con características diferentes, y de allí que tengan nombres diferentes.




Las bases de datos son plataformas que compilan información de publicaciones científicas como revistas, artículos, libros, tesis, actas de congreso, y que los clasifica a partir de temas o campos del conocimiento. En la mayoría de casos no contienen el texto en sí, sino únicamente toda la información bibliográfica sobre estos, así como links o hiper vínculos hacia sus fuentes originales (revistas o editoriales). Para ser admitidos en las bases de datos bibliográficas, las publicaciones han de contar con unas condiciones mínimas de calidad, todas ellas verificadas por quienes gestionan la base de datos. Dentro de las bases de datos más conocidas se encuentran Academic Journals Database, CrossRef, Dialnet, EuroPub Database, IRESIE, Microsoft Academic, OAJI, Publindex, Semantic Scholar, entre otras.

Por otro lado, los índices tienen las mismas características de las bases de datos, pero añaden un elemento adicional: la medición del factor de impacto. A través de distintos algoritmos, los índices tienen la posibilidad de medir el impacto de cita de los artículos, libros, etc., y con ello identificar aquella producción que es más conocida en los distintos campos del saber a partir de las citaciones que reciben estos documentos. Es a partir de los índices que las distintas instituciones identifican la producción científica que tiene mayor visibilidad y con esto se establecen rankings o listas a partir de distintos criterios. Entre los índices más conocidos se encuentran Scopus, Scielo, WoS, Redalyc, entre otras.

Tanto bases de datos como índices tienen una misión importante al acopiar las publicaciones más relevantes en el campo científico, como una forma de compilar y preservar los aportes a la ciencia que producen los científicos día a día alrededor del mundo.


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