El concepto de innovación está ligado estrechamente a las distintas áreas del conocimiento en las que se emplea el término (Valenzuela González, 2017). Algunos expertos consideran, a partir de la estructura de la palabra, que la innovación es la generación de algo nuevo a través de una acción. Rivas Navarro (2010) lo explica así: “El vocablo innovación se construye sobre la base del lexema –nov-, contenido en un sema nuclear que denota ‘novedad’ la noción de ‘algo nuevo’ […] el prefijo –in aporta al lexema de base -nov- un sentido de interioridad” (2010, p. 19).
Es importante aclarar que, a pesar de que el término innovación puede parecer abarcador en torno a elementos "nuevos" o "novedosos", no significa que todo aquello que tenga una apariencia de "novedoso" sea realmente innovador. En algunos casos se confunde la innovación con un medio distinto por el cual se presenta algo ya existente: no necesariamente algo que se ofrece en una forma distinta es innovador; la innovación va más allá de del medio y se adentra a elementos fundantes y estructurales como el ánimo de mejorar una situación o solucionar un problema de manera efectiva, así como el proceso que sigue desde su planeación hasta su adopción (Zabalza y Zabalza, 2012).
El término innovación se asocia generalmente con otros conceptos como cambio, mejora, renovación y reforma (Borges & López Calva, 2016), también con la noción de algo que se introduce para la transformación y con la generación de una idea inteligente y creativa para la solución de un problema o la mejora de una situación (Glynn, 1996). En ese sentido, se involucra la inteligencia y la creatividad como elementos fundamentales para que esta sea posible. Por un lado, la inteligencia entendida como aquella capacidad que permite reconocer, procesar e interpretar las necesidades y problemas del contexto para posteriormente encontrar las posibles soluciones de acuerdo con unos conocimientos previos. Por otro lado, la creatividad es conceptualizada como la habilidad que posibilita la aplicación de información (o la combinación de distintos conocimientos) de una manera original para solucionar el problema. Esto no es únicamente válido para la innovación que parte de una persona, sino también la que surge de las organizaciones, en las que existe un grupo de personas interactuando para dar solución a las necesidades encontradas (Glynn, 1996).
Generalmente existe la tendencia a identificar la innovación con la tecnología como sinónimos. Si bien es cierto que muchos adelantos tecnológicos aparecen gracias al proceso de la innovación (que surge posterior a la investigación), también es cierto que no solamente la tecnología implica la innovación, pues desde la perspectiva social y cultural se relaciona la innovación con la modificación de actitudes, comportamientos, procedimientos, creencias y acciones con parámetros anteriores y que buscan el mejoramiento de las condiciones en una situación dada o la solución a un problema (Borges & López Calva, 2016; Rogers, 2003).
De igual modo, la innovación se percibe como un proceso en el que se implican decisiones y actividades que se toman a partir del reconocimiento de un problema o una necesidad y que se operan a través de la investigación el desarrollo y la comercialización para lograr un producto, idea o servicio sobre el cual se genera una difusión, diseminación y transferencia para dar solución al problema identificado, una vez que se realiza la adopción de dicha innovación por parte de los usuarios (Rogers, 2003; Valenzuela González, 2017).
De esta forma, la innovación puede ser concebida como un sistema en el que distintos componentes se relacionan dinámicamente entre sí para generar un nuevo conocimiento útil que conduzca a un cambio profundo en aras del mejoramiento, o la resolución de un problema concreto en un contexto determinado (Carlsson, Jacobsson, Holmén, & Rickne, 2002). Asimismo, la innovación puede conceptualizarse como una idea, objeto, práctica o proceso que se percibe como nuevo en un contexto dado y que responde a una necesidad establecida para la cual no hay otra respuesta (Rogers, 2003).
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Referencias:
Borges, G. C., & López Calva, J. M. (2016). La cultura de la innovación educativa en perspectiva de los gestores univesitarios. Revista de Comunicación Vivat Academia, XIX(134), 57–68. https://doi.org/10.15178/va.2016.134.57-68
Carlsson, B., Jacobsson, S., Holmén, M., & Rickne, A. (2002). Innovation systems: analytical and methodological issues. 31, 233–245. https://doi.org/10.1016/S0048-7333(01)00138-X
Glynn, M. A. (1996). Genius: a framework innovative for relating individual and organizational. The Academy of Management Review, 21(4), 1081–1111. https://doi.org/10.2307/259165
Rivas Navarro, M. (2010). Innovación educativa. Teoría, procesos y estrategias. Editorial Síntesis.
Rogers, E. M. (2003). Diffusion of innovations (Fifth). Free Press.
Valenzuela González, J. R. (2017). La innovación como objeto de investigación en educación: problemas, tensiones y experiencias. En M. S. Ramírez Montoya & J. R. Valenzuela González (Eds.), Innovación educativa: investigación, formación, vinculación y visibilidad (pp. 5–25). Editorial Síntesis.